viernes, 17 de abril de 2009

Cualquier empleaducho de esas cuevas oscuras y deprimentes conocidas como oficinas sabe que cuando no hay ni jefes ni gerentes ni presidentes ni ningún tipo de cacique el aire huele a libertad. Eso es cierto, pero como el yin y el yang, o como dijeron los Cadillacs en uno de sus últimos discos antes de su regreso (sin panza y sin gloria), "todo lo malo siempre trae algo bueno" (y viceversa). Esto implica tener que escuchar 9 horas al día la sarta de pelotudeces de las pelotudas de mis compañeras de trabajo todo el día, y su lastimero y agudo tono de florecillas poco regadas hace imposible que me concentre en algo más trascendental como John Locke (no, el de Lost no, el filósofo).

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