Cualquier empleaducho de esas cuevas oscuras y deprimentes conocidas como oficinas sabe que cuando no hay ni jefes ni gerentes ni presidentes ni ningún tipo de cacique el aire huele a libertad. Eso es cierto, pero como el yin y el yang, o como dijeron los Cadillacs en uno de sus últimos discos antes de su regreso (sin panza y sin gloria), "todo lo malo siempre trae algo bueno" (y viceversa). Esto implica tener que escuchar 9 horas al día la sarta de pelotudeces de las pelotudas de mis compañeras de trabajo todo el día, y su lastimero y agudo tono de florecillas poco regadas hace imposible que me concentre en algo más trascendental como John Locke (no, el de Lost no, el filósofo).
viernes, 17 de abril de 2009
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